martes, diciembre 14, 2010

Reediciones IV: Infierno

"Satanás" de Gustave Doré para el poema "El Paraíso Perdido" de John Milton

¿Qué es el infierno?
el infierno es una habitación individual en la que cada quien tiene que encontrar su propia llave para salir
¿Qué es el infierno?
es la soledad en la oscuridad acompañado sólo por los pensamientos que rasgan las neuronas como uñas en una pizarra…
las lágrimas de lo anhelado y perdido….
de lo deseado y no encontrado

en el infierno no hay un ser llamado Satanás…
en ese lugar el demonio tiene tu rostro, tu nombre, tu aliento y tu fuerza…
¿Qué es el infierno?
es cuando dejas morir lo mejor de ti…
cuando tus lágrimas ahogan los sueños y tus manos estrangulan la esperanza por miedo al amanecer…
el Infierno es no saber por qué te levantas cada mañana…
te dicen que existe un Dios, que siempre está contigo,
nunca te dicen que a veces tienes que hacer las cosas por ti mismo…
¿Qué es el infierno?...
el miedo, el frío de la ausencia…
la ausencia de tu propio espíritu
el infierno es no poder mostrarte por miedo y sentir que las palabras brotan….
pero no hay quien escuche
no hay quien le interese…
es no poder decir lo que piensas porque no es visto como correcto
es una adicción a la destrucción…
el infierno es buscar las respuestas en el fondo de un vaso, en una pastilla, en una aguja, en un polvo…en una bala

En ese lugar inhóspito lleno de oscuridad, de espejos rotos…
el único tacto que sientes es el de tus propias uñas desgarrando la piel en busca de una esencia, de un alma desconocida…
no hay sangre, porque significaría que estás vivo…
el infierno no es para quienes están vivos…
es para aquellos que están muertos…pero andan y respiran.

domingo, diciembre 05, 2010

Como cada año

Foto: Rafael Urdaneta


El tiempo había hecho lo suyo, las paredes de la casa se derrumbaban por la humedad, la naturaleza reclamó su terreno original y con los brazos de enredaderas desprendió los barrotes de las ventanas, zigzagueó entre los pasamanos, levantó algunas baldosas del piso y perfumó cada rincón de mi antiguo hogar.


Los espejismos del pasado descollaban entre las ruinas como si ni un segundo hubiese pasado, podía ver a mis padres, abuelos, hermanos, sonriendo en tiempos mejores, sumergidos en la felicidad que brinda la ingenuidad de no saber que todo tiene su final, que hasta el período más feliz de la vida es sólo una brisa pasajera y nosotros sólo somos granos de polvo que viajan en ella.


Parado en el umbral de la amplia entrada principal pude sentir en mi nariz el olor de guardado, el moho que amenazaba ese cascarón que una vez llamé hogar y que ahora no era más que un mausoleo. No había nada de calor y, viendo hacia el pasado, creo que nunca lo hubo.


Avancé lentamente y recorrí el pasillo principal, hasta el salón principal donde mi memoria se inunda de ilusiones, de dicha. ¿Cuántas fiestas se celebraron allí? Alegrías y esperanzas. De repente el vacío me ataca, recuerdo esa noche hace tantos años cuando en medio de la boda, cuando se desató el temblor. Todos huyeron menos Vanessa, por eso me regresé, por eso la perdí.


Con dolor en mi corazón seguí caminando hasta el patio de la casa, allí estaba ella, había atado su vida a la mía “Hasta que la muerte nos separe” en una ceremonia que poca felicidad nos trajo y ni aún así me dejó. Como cada año la veo parada frente a mi tumba, colocando flores aunque sabía que no me gustaban, la veo afirmando que es feliz y que nunca me olvida, que me siente vivo cada vez que habla de mi pero que sabe que ambos tuvimos que seguir.


Me sonrío, poso mi mano en su hombro, siento como se estremece, sabe que estoy allí, y como un viento cálido le susurro al oído: -gracias-